martes, 24 de noviembre de 2009

Nando Vermeulen


El ADN o DNA es el causante de las diferencias
entre las distintas especies, y la evolución de una especie se debe al cambio del ADN de ésta.


















En nuestros antepasados, el ADN cambió hasta
dar lugar a lo que somos hoy día.
Desde los primeros primates hasta el Homo Sapiens Sapiens. Uno de los cambios más característicos y que mejor se
aprecian en la evolución es el aspecto craneal:










Cómo se puede apreciar en la foto, el cráneo ha ido evolucionando a lo largo de la historia, pero esa evolución no ha terminado.


Los cambios genéticos se han acelerado en el hombre en los útlimos 5.000 años:
La evolución humana ni ha terminado ni se ha frenado. En contra de lo que creen algunos científicos, un estudio que publica la revista de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. <>, apunta a que en los últimos 5.000 años los cambios moleculares en nuestra especie se han acelerado y han llegado a centuplicar los registrados en cualquier otro momento de la evolución. Si el ritmo de aparición hubiera sido similar desde que hace 6 millones de años nos separamos de los chimpancés, la distancia genética entre las dos especies sería 160 veces mayor de lo que es.

Los investigadores han recurrido para su estudio a muestras de ADN del Proyecto Internacional HapMap, que persigue identificar las variaciones genéticas que causan enfermedades. Tras examinar 3,9 millones de cambios de un tipo conocido como polimorfismo de un solo nucleótido (SNP) de 270 personas de procedencia china, japonesa, africana y noreuropea, han encontrado pruebas de evolución reciente en 1.800 genes humanos, el 7% del total. <>, asegura Henry Harpending, antropólogo de la Universidad de Utah y coautor del trabajo. La causa es que, desde que el hombre salió de África hace 40.000 años, <>.

La clave de la aceleración evolutiva sería, según los investigadores, el crecimiento registrado por la Humanidad desde que acabó la última Edad del Hielo. Hace 10.000 años, los humanos se contaban en unos pocos millones; hace 2.000 años, había unos 200 millones; y ahora superamos los 6.500. <<Él rápido crecimiento de la población ha ido parejo a grandes cambios en la cultura y la ecología, con nuevas oportunidades de adaptación. Los últimos 10.000 años han visto una rápida evolución dental y del esqueleto humano, y respuestas genéticas a la dieta y la enfermedad>>, escriben los autores.

Así, mientras en China y la mayor parte de África muy pocos humanos adultos pueden digerir leche fresca, el gen que lo permite está activo entre los habitantes de Suecia y Dinamarca durante toda su vida. Harpending sospecha que la tolerancia a la lactosa pudo ayudar a la expansión de los habitantes de lenguas indoeuropeas desde el norte de India hasta Europa Occidental hace entre 5.000 y 4.000 años.

La enfermedad como motor:
La enfermedad ha sido otro de los motores de la evolución, sobre todo tras el nacimiento de las ciudades. Los genetistas saben ya que hay más de dos docenas de mutaciones que favorecen la resistencia a la malaria. Otro gen descubierto hace poco, el CCR5, surgió hace 4.000 años y está presente en el 10% de los europeos; confiere a su poseedor resistencia al VIH, pero se cree que originalmente frenaba la viruela. <>, dice el físico y antropólogo Gregory Cochran, otro de los autores del estudio.